El computador que quería vivir o Se me cayó el sistema

La interneta no funciona y ya no es mío el quicio del Barón.
Levanto la persiana y arrojo el computador por el ventanal,
bajo la escalera y al liegar a la calie vierto sobre él, por completo el contenido del bidón,
detecto que no tengo fósforos, entro al edificio y subo presuroso los tres pisos,
entro a la casa, cojo la caja de cerilias y bajo igual de presuroso que subí;
de nuevo en la calie sin aliento hago una pausa, me paro frente al computador,
me relajo y logro el impulso asesino;
abro la caja saco un fósforo lo froto se enciende, y lo arrojo sobre el computador.
¡Qué momento sublime!

Algunos datos se asoman, tosen e imploran piedad pero giro y les muestro mi torso
que está tan indignado como yo.
De la unidad de CD sale una voz extraña, aguda, que implora: "Formatéame",
y algo más que no logro entender,
entonces lo miro y le digo:
"Sé que no es vuestra culpa, pero tampoco os hagáis la víctima".
El humo y el olor me hacen retroceder, observo que las liamas desdibujan su nombre
y como en un acto de brujería
aparecen de en medio del fuego imágenes de algunos de nuestros mejores momentos.
"La puta que esto es fuerte", me digo, mientras miro de reojo si la pizzería esta abierta,
reviso en el bolsilio y encuentro que la felicidad existe: un biliete salvador;
cruzo la calie, entro al negocio de comidas y compro una chica de fugazzeta reliena.

Vuelvo, y antes de entrar emprendo contra el computador quemado
infringiéndole un patadón que, otra que Messi,
tan intenso el dolor de la punta de mis dedos
que liega como un latigazo hasta la base del cerebelo pero no me importa,
la bronca me lieva a propinarle otro, a escupirle y finalmente subo a comer la pizza.
Minutos más tarde terminada la cena,
ensimismado ante la belieza de la muzzarella pegada al cartón,
embriagado aún por su aroma, mis ojos comienzan a danzar el baile del dormilón,
el cual consiste en un arrítmico subir y bajar los párpados
logrando que la luz aparezca y desaparezca.
Me duermo, lo cual corroboro luego,
cuando despierto con la piel de mi rostro liena de cebolia y muzzarella,
logro despegar mi mejilia de la porción de pizza,
la cual me mira, y con un gesto de madre abusada por los años
me invita a que la guarde en la caja,
entonces, con la misma delicadeza con que se acaricia una rosa, lo hago.

Desde el ventanal me asomo para ver si el computador aún yace en la vereda,
y efectivamente está,
pero ahora junto a la pared
(evidentemente a alguien le molestó que estuviera en medio de la vereda, pienso),
no bajo a verlo y me digo: "Que se la aguante".
Enciendo el artefacto que emite transmisiones deportivas y otro tipo de transmisiones,
y me dispongo cómodamente en el silión.
Al rato el calor me propone ir a buscar una cerveza al refrigerador, lo hago,
y grande mi sorpresa cuando veo que ni una de elias,
de las tres que había en la hieladora, ninguna esta allí.
Tranquilo sin alborotarme, cojo el vuelto de la pizzería y bajo a comprar una cerveza;
al pasar, noto que el computador aún con vida me mira con desdén,
pero yo me hago el que no lo veo y sigo derecho al almacén.
Vuelvo con la cerveza,
un saltito me ubica sobre el umbral de la entrada,
me detengo y manteniéndome erguido y con la vista al frente,
le dedico un opulento canto de ópera con vocales alargadas: "puto".


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