Doy por vivido todo lo soñado, de Isidora Aguirre
ENTREPARÉNTESIS
(Abre paréntesis)
- Conviene adentrarse con cautela en los laberintos de la memoria,
tanteando huellas y buscando la puerta precisa.
De otro modo corres el riesgo de convertirte en asesina de recuerdos.
Es mi hermana Palmira la que habla.
Aunque mi hermana Palmira fue inscrita en los registros al nacer
-como los demás hijos de Laura Cupper-,
hoy parece tener carta de ciudadanía en regiones menos accesibles.
Seguramente perdió pie en la realidad cuando partió en búsqueda de sus tiempos míticos.
O quizá sea la última descendiente de una casta de rumiantes -casta ya perdida-,
de los que rechazan el diario acontecer para refugiarse en las reminiscencias.
- Mi porvenir son los recuerdos -me dice.
- Cuidado -le advierto-, las aguas estancadas no calman la sed.
- Es mejor que nada -me responde-. ¡Date prisa en rescatar lo que puedas!
Estan fusilando afuera, no sea que nos fusilen tambien la magia:
¡Podríamos acostumbrarnos a vivir sin la poesía!
-Y antes de regresar al espejo donde dice que habita, me ruega-:
Y no dejes de mencionar en tus escritos mi amor por Lorenzo.
- Tendrás que aguardar -le digo.
En la mariposa de luz que revolotea en torno a mi lámpara
adivino la presencia de Laura Cupper, nuestra madre,
animándonos en esta empresa y recomendando que no se nos olvide contar esto y aquello, que hablemos del Coronel,
de doña Isolda, de sus maestros de pintura, en fin,
que no importa si se mezcla lo vivido y lo soñado, pero que cuenten...
- ¡Cuenten lo más posible...! -dice su voz lejana.
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