Oliverio Girondo (Fragmento), de Ramon Gómez de la Serna
Una noche, antes de abandonar París, en la terraza del "Napolitano", un señor,
despues de observarlo se le presenta como director artístico de la "Paramount"
y le ofrece el papel de protagonista en un film que habría de desarrollarse en Sierra Morena,
en el que tendría que encarnar a un "contrabandista-violinista", pero Oliverio,
aunque algo perturbado, declina el ofrecimiento con la misma sonrisa
con que ha renunciado a tantas cosas representativas en su vida,
como la secretaría de la embajada en Washington o el nombramiento de académico.
Al pasar por Norteamérica, en su viaje de vuelta,
los niños norteamericanos le preguntaban señalándole la barba:
"¿Pero por qué es usted tan sucio?".
En Buenos Aires su barba es triunfal, gauchesca y flamante
aunque una tarde en una cancha de futbol veinte mil almas
comenzaron a gritar:
"¡Chivo! ¡Chivo!", venciéndolas Oliverio con su sonrisa estoica.
En mi primer viaje a Buenos Aires el año 31
recorro con él la ciudad y me doy cuenta de sus misterios,
comprendiendo cómo Oliverio me había anticipado en España,
como legítimo cabecilla literario, la verdad argentina,
dándonos a los españoles la sensación de un país paralelo a la España nueva,
en idéntica lucha por las nuevas formas y los nuevos ritmos.
Por cierto que una noche en el Paseo de Julio despues de un banquete conmemorativo,
Oliverio entra en una de aquellas barberías de dos sillones
y sentándose en uno de ellos dice al barbero:
"¡Pronto, aféiteme la barba!".
Nunca he visto más consternado a un fígaro, pero tampoco lo he visto más digno,
pues se negó a afeitarle y para no ser incorrecto le dijo:
"Si persiste en la idea vuelva mañana".
La Casita tiene jardín, está en Buenos Aires,
podes llegar... yendo derecho
por el camino del arroba
: lacasita.ba@gmail.com
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