Epílogo del espectáculo "De Amores & De Hombres", de Néstor De Giobbi,
en el que representamos las obras
"Cumbia Morena Cumbia", de Mauricio Kartun y "Príncipe Azul", de Eugenio Griffero

Las cañas


Sin aire. Parecía fuego el aire.
Juan y Gustavo tenían todo listo para un periplo de tres mojones: río, selva y lago,
un viaje que habían planeado como una misión secreta y
deseaban transitarlo con la elegancia de un actor yendo a proscenio.
Partieron muy temprano en busca del tesoro: las cañas.
Con más de tres horas remando, ya en las puertas de la selva
el sol penetraba cada poro de la piel.
Se abrieron paso entre la maleza, Juan blandía un machete tan versátil como el de Rambo, Gustavo, flameaba la faca de un guerrero gurka, armas que les valieron para
deshacerse de víboras y alimañas.
Soportaron el calor sofocante y también un mareo que les hizo dudar de semejante aventura,
pero bastó una simple mirada... para saber que contaban el uno con el otro.
Tras la agobiante jornada de varios kilómetros,
decidieron esperar el ánimo de un nuevo día para encarar el asalto final.
Ubicaron un lugar seguro para cenar y pasar la noche... juntos.
Al amanecer el canto de los pájaros fue la invitación ideal para desplegar el mantel y
disfrutar un delicioso desayuno continental, a orillas del lago.
Luego reunieron sus pertrechos y se lanzaron al bote,
solo media hora para otra vez continuar en tierra
al promediar la caminata se detuvieron por agua fresca y para chequear el mapa.
Fue allí que escucharon el ritmo de una cumbia
que les quitó el cansancio y deprisa reanudaron entre bailando y corriendo,
con la certeza del camino correcto.
Al salir de la zona de árboles, efectivamente, allí estaban:
el horizonte atestado de cañas,
 corrieron hacia la plantación... tomados de la mano
sin imaginar que frente al imponente portal la emoción se derrumbaría ante lo inesperado:
decenas de voluptuosas mujeres armadas con lanzas se antepusieron amenazantes;
ellos intentaron dialogar pero no hubo caso,
esas hembras pintadas golpeaban las lanzas contra el piso
y sus gritos cedieron a murmullo, solo cuando dos hombres aparecieron entre ellas.
Las mujeres se dispusieron en filas paralelas en ceremonia de tambor,
marcando el paso de los jefes que se presentaron como: Rulo y Willy.
Gustavo y Juan comprendieron que estaban ante lo más difícil:
convencer a ambos dueños de la aldea para que les vendieran las cañas,
y obviamente, salir con vida.
Propusieron entonces un diálogo cordial, amistoso, y sin ahondar en detalles
les informaron que necesitaban las cañas por ser de vital importancia en su proyecto teatral,
sin las cuales, no podrían siquiera empezarlo.
Rulo y Willy atentos a esa necesidad, aprovecharon para sacar partido de la situación
pergeñaron un plan para concretar al fin, un sueño de veinte años:
reencontrarse con los amores de su juventud.

Entonces la hospitalidad hacia los visitantes fue abrumadora,
decidieron una cena en su honor,
hubo baile con las mujeres, y Willy, gran bailarín y el galán de todas,
las sedujo con nuevos pasos de cumbia bailando con cada una de ellas.
Los cuatro hombres alrededor del fogón, fumaron y bebieron hasta entrada la madrugada y cuando parecía que el jolgorio y el vino habían vencido la resistencia de los jefes,
éstos se levantaron repentinamente, dijeron que no aceptarían dinero
e impusieron condiciones indeclinables para entregar las cañas.
Willy afirmó que solo entregaría las cañas, a cambio de que le trajeran las minas de Belgrano.
Rulo sentenció que si no le llevaban a Marita, los desterraría desnudos.

Los expedicionarios quedaron perplejos y se apartaron para analizar alguna alternativa.
Finalmente,
se acercaron a los jerarcas y les informaron que aceptaban el trato y lo cumplirían.
Al día siguiente
volvieron con una mujer de nombre Mara, a quien en su barrio, Tropezon, llamaban: Marita,
y llevaron también diez señoras de jovenes sesenta años, rubias de curvas pronunciadas,
oriundas de Belgrano y aledaños.
Los jefes saltaron de alegría, no podían salir de su asombro,
y así, en pleno éxtasis, dispusieron la inmediata entrega de las cañas.
Juan y Gustavo cargaron su tesoro y soltaron amarras en busca de su destino;
pero en la aldea el festejo no duró mucho,
Rulo enseguida descubrió que esa mujer que le habían llevado, no era su Marita;
y Willy fue víctima de la rebelión de las morenas que reaccionaron celosas
por la intromisión de las borregas de Belgrano.
En medio del caos, gritos y persecuciones, las veteranas rubias y Marita
lograron escapar en canoa.
Rulo, golpeado por la desilusión, salió del poblado caminando lentamente,
descalzo, se alejó y no volvió.
Días más tarde su cuerpo fue encontrado por un grupo ecologista,
no registraba signos de ataque,
el gesto de su rostro indicaría que murió de tristeza.
En tanto Willy, fue abusado por las insaciables jóvenes de la aldea
que se vengaron hasta secar sus testiculos, lo ataron y
sufrió el dolor de la tortura al escuchar durante meses
el son de la cumbia morena, sin poder bailar.
Al poco tiempo la historia se hizo famosa, otros aventureros lo buscaron
pero nunca dieron con él.

Los que lograron gran acogida y repercusión teatral
fueron Juan y Gustavo en su gira europea,
y llegando hasta Moscú!
Ya en viaje de vuelta en un crucero,
el éxito continúa con más funciones,
de blanco, con insignia azul,
en medio del mar.

La Casita tiene jardín, está en Buenos Aires,
podes llegar... yendo derecho

por el camino del arroba
: lacasita.ba@gmail.com


Desde el principio