Cleo Laine: All gone

John Dankworth, Harold Pinter

Doy por vivido todo lo soñado, de Isidora Aguirre
ENTREPARÉNTESIS
(Cierre paréntesis)

"Cuidate de no contar el final de nada. Así todo puede recomenzar."
Es mi hermana Palmira la que habla. O más bien, su imagen en el espejo.
Quizás este relato pueda detenerse
en la fascinación de Laura ante su rosa encarnada,
despues de llorar tantos esposos como los que perdió en una sola noche.
O en las cábalas de su bisabuela Isolda para resucitar al Coronel.
O en los clamores de mi hermana Palmira
rescatando los tiempos míticos de su amor por Lorenzo.

"Como siempre lo más importante queda por decir -me grita, ya lejana,
desde la luna de su espejo. Y despues de reflexionar, añade-:
Porque lo más importante es que..."
Su imagen ya borrosa, se extingue.
Y la voz de Laura, navegando en una bola de atmósfera,
surge con esos agudos cantarinos de proyectarse lejos:
"¡Demos por ganado todo lo perdido... y por recibido todo lo esperado...!"
Brillo opaco


Hilo de néctar
en tus labios,
sobre tu piel,
ni el viento
ni el fuego
ni el agua lo harán desaparecer,
dorado equinoccio de otoño
sella el destino al nacer

Ángel, esperanza
misterio de la fé,
sonríe el santo
unge la frente
tus ojos soñando

Sol y Luna
anuncian el designio,
a la incógnita del niño
a tu voz que crece
la llama que desvanece
en el gris del tiempo
un espacio incierto,
a la vera de un anochecer

Doy por vivido todo lo soñado, de Isidora Aguirre
ENTREPARÉNTESIS
(Abre paréntesis)

- Conviene adentrarse con cautela en los laberintos de la memoria, 
tanteando huellas y buscando la puerta precisa.
De otro modo corres el riesgo de convertirte en asesina de recuerdos.
Es mi hermana Palmira la que habla.
Aunque mi hermana Palmira fue inscrita en los registros al nacer
-como los demás hijos de Laura Cupper-,
hoy parece tener carta de ciudadanía en regiones menos accesibles.
Seguramente perdió pie en la realidad cuando partió en búsqueda de sus tiempos míticos. 
O quizá sea la última descendiente de una casta de rumiantes -casta ya perdida-,
de los que rechazan el diario acontecer para refugiarse en las reminiscencias.

- Mi porvenir son los recuerdos -me dice.
- Cuidado -le advierto-, las aguas estancadas no calman la sed.
- Es mejor que nada -me responde-. ¡Date prisa en rescatar lo que puedas! 
Estan fusilando afuera, no sea que nos fusilen tambien la magia:
¡Podríamos acostumbrarnos a vivir sin la poesía!
-Y antes de regresar al espejo donde dice que habita, me ruega-:
Y no dejes de mencionar en tus escritos mi amor por Lorenzo.
- Tendrás que aguardar -le digo.

En la mariposa de luz que revolotea en torno a mi lámpara
adivino la presencia de Laura Cupper, nuestra madre, 
animándonos en esta empresa y recomendando que no se nos olvide contar esto y aquello, que hablemos del Coronel,
de doña Isolda, de sus maestros de pintura, en fin,
que no importa si se mezcla lo vivido  y lo soñado, pero que cuenten...
- ¡Cuenten lo más posible...! -dice su voz lejana.
El gerundio de los días


Animado al laberinto,
voy corriendo
engarzado en un
no corras más

La luz guía al ensueño
por veredas amplias
noche pura del fervor,
de la esperanza

Basta la canción que viaja,
valga ese tambor que endulza la orilla,
ese todo inabarcable
entre las líneas de la palma

Al sortear el destino
estaría buscando
engarzado en un
no busques más

La mariposa ama en la jungla,
su sombra ondea
tenaz ante la brisa
goza el candor, aleando

De pronto, el tiempo está quieto
entonces,
hay mucho más que un
mientras tanto
Harry James: You made me love you

James Monaco, Joe McCarthy

Contradictorio en el estar


Estabas andando en bicicleta
y despues,
sentada en el umbral de una casa
merienda con torta
de fiesta el semblante

Estabas por estar contenta,
y pensabas un "por qué"
sin importancia,
repentino, fugaz

Otra vez esas calles, tarde clara,
me alejo
no quiero verte, ni hablar,
hay un aire para estar

Quiero buscarte
y no encontrarte, como un secreto
guardar tu voz diciendo:
"café",
no quiero tenerte
quiero seguir amándote

Muy alto, volando,
es así como te veo en sueños
yendo a buscar qué... adónde,
en bicicleta

El tiempo es hoy.
No. Es ahora.
Hay un monstruo
que perdura en mi, diciendo:
"te amo"
Afterglow, de Jorge Luis Borges

Siempre es conmovedor el ocaso
por indigente o charro que sea, 
pero más conmovedor todavía es
aquel brillo desesperado y final 
que herrumbra la llanura 
cuando el sol último se ha hundido. 
Nos duele sostener esa luz tirante y distinta, 
esa alucinación que impone al espacio                  
el unánime miedo de la sombra 
y que cesa de golpe   
cuando notamos su falsía, 
como cesan los sueños 
cuando sabemos que soñamos.

Recuerdo la lluvia

Un cortado.
El bar es un limbo de espacio ingrávido.
Se mezclan las percepciones, de a poco me invade una nostalgia rara,
tanta expectativa y finalmente: no llovió.
La naturaleza vence con su carta de triunfo, la sorpresa.
Habían pronosticado un temporal y granizo, pero nada.

Desencanto en los amantes de la lluvia
que se quedaron con el piloto puesto mirando por la ventana,
otros, salimos a buscar una explicación bajo el cielo encapotado,
indagando en las nubes con ese deseo que genera palpitaciones,
con los ojos muy abiertos, tan grande que impresiona y logran redondear el rostro,
y que la cara se desprenda del cuerpo y flote como un ente
a merced de la buena ventura.
¡Como una gota de lluvia!

La lluvia que no fue. La recuerdo ahora
con la necesidad de mojarme desnudo en medio de la calle, como aquella vez,
de cara al cielo una cascada de gotas frescas, tantas atravesando el aire,
anteponiéndose a la luz,
desdibujando la realidad del que camina mojado
con la gota que le pende de la nariz y la ropa toda lluviada
pesando tanto y más a cada paso.

Recuerdo ese frío en el cuerpo empapado,
el papiro que había sido un billete de diez,
la sonrisa cómplice con ella,
que lleva su cartera chorreando y el maquillaje arrastrado por una gota hasta el mentón.
Recuerdo sus zapatos enganchados a la mano,
su temor a caerse,
su mirada ansiosa y el misterio de una voluntad
que no sé adónde la lleva, pero va,
sigue adelante a pesar de la lluvia y el viento,
la recuerdo empecinada empujando con su pecho,
venciendo con las piernas y los brazos la fuerza del torrente que cubre la calle.
El agua ocupando el espacio de la noche,
dueña de todo tiempo, muy bien lo recuerdo...

Hace frío,
el vapor que empaña la ventana me adentra al cuadro,
a esas luces pintadas en el brillo del asfalto.
Escribo sobre el vidrio un verso de Spinetta;
la lluvia anhelada aún repica
ensalza mi voz maltrecha,
su eco deviene en mansa melodía rockera.
Jamás Siempre

No quiero sentirme
no quiero soñar,
ya no, ya tuve tanto,
es hora de que duermas y de verte sentir,
de contemplar cómo lloras por una pavada
en seguida volar a conocerte
y que me provoque risa, y llanto,
que vuelvas a esa calle vacía
y te despierten ternura los recuerdos
que descubras el misterio,
despues besar el cielo y despues,
despues decir
jamás

Voy a verte siempre,
como un agua pura que vuelve a la cima
voy a verte...
siempre,
cuando tu sonrisa sea la cena
y mis labios hayan besado el olvido,
voy a verte en mis manos
en el reflejo del té caliente,
verte flotando en la nube rosácea del cascarón de la niña
esa niña de los ojos del final,
esa niña que para mi es decir
siempre
Susana Lago: Hijos del exilio

Fernando Solanas y José Luis Castiñeira de Dios

Buenos Aires, por acá

Chacarita, hereda ese aire de taitas esmerados,
por siempre, ese silencio proverbial
que cesa con la voz de los nietos,
o cuando la memoria de los nobles
sobrevuela sus plazas
en aroma de eucalipto y rumor de tambores.
Allí permanezco,
en esos pasos mi sombra es más ancha.


Villa Crespo trasnocha entreverado
la bohemia de porteños porfiados,
los hay quienes truecan, otros,
envalentonados tiza en mano,
sueñan su música despiertos
ante tanta carambola.
Sin duda estoy allí,
le pertenezco.


Colegiales tiene mucho de ambos
es pintoresco como ninguno de ellos,
su armonía es el culto a los colores,
a su gracia, a su propia poesía.
Es mi lugar
y lo seguirá siendo,
es el lugar,
de mi hoy más sentido.


En las veredas de estos barrios,
simplemente, vaga mi libertad.

El computador que quería vivir o Se me cayó el sistema

La interneta no funciona y ya no es mío el quicio del Barón.
Levanto la persiana y arrojo el computador por el ventanal,
bajo la escalera y al liegar a la calie vierto sobre él, por completo el contenido del bidón,
detecto que no tengo fósforos, entro al edificio y subo presuroso los tres pisos,
entro a la casa, cojo la caja de cerilias y bajo igual de presuroso que subí;
de nuevo en la calie sin aliento hago una pausa, me paro frente al computador,
me relajo y logro el impulso asesino;
abro la caja saco un fósforo lo froto se enciende, y lo arrojo sobre el computador.
¡Qué momento sublime!

Algunos datos se asoman, tosen e imploran piedad pero giro y les muestro mi torso
que está tan indignado como yo.
De la unidad de CD sale una voz extraña, aguda, que implora: "Formatéame",
y algo más que no logro entender,
entonces lo miro y le digo:
"Sé que no es vuestra culpa, pero tampoco os hagáis la víctima".
El humo y el olor me hacen retroceder, observo que las liamas desdibujan su nombre
y como en un acto de brujería
aparecen de en medio del fuego imágenes de algunos de nuestros mejores momentos.
"La puta que esto es fuerte", me digo, mientras miro de reojo si la pizzería esta abierta,
reviso en el bolsilio y encuentro que la felicidad existe: un biliete salvador;
cruzo la calie, entro al negocio de comidas y compro una chica de fugazzeta reliena.

Vuelvo, y antes de entrar emprendo contra el computador quemado
infringiéndole un patadón que, otra que Messi,
tan intenso el dolor de la punta de mis dedos
que liega como un latigazo hasta la base del cerebelo pero no me importa,
la bronca me lieva a propinarle otro, a escupirle y finalmente subo a comer la pizza.
Minutos más tarde terminada la cena,
ensimismado ante la belieza de la muzzarella pegada al cartón,
embriagado aún por su aroma, mis ojos comienzan a danzar el baile del dormilón,
el cual consiste en un arrítmico subir y bajar los párpados
logrando que la luz aparezca y desaparezca.
Me duermo, lo cual corroboro luego,
cuando despierto con la piel de mi rostro liena de cebolia y muzzarella,
logro despegar mi mejilia de la porción de pizza,
la cual me mira, y con un gesto de madre abusada por los años
me invita a que la guarde en la caja,
entonces, con la misma delicadeza con que se acaricia una rosa, lo hago.

Desde el ventanal me asomo para ver si el computador aún yace en la vereda,
y efectivamente está,
pero ahora junto a la pared
(evidentemente a alguien le molestó que estuviera en medio de la vereda, pienso),
no bajo a verlo y me digo: "Que se la aguante".
Enciendo el artefacto que emite transmisiones deportivas y otro tipo de transmisiones,
y me dispongo cómodamente en el silión.
Al rato el calor me propone ir a buscar una cerveza al refrigerador, lo hago,
y grande mi sorpresa cuando veo que ni una de elias,
de las tres que había en la hieladora, ninguna esta allí.
Tranquilo sin alborotarme, cojo el vuelto de la pizzería y bajo a comprar una cerveza;
al pasar, noto que el computador aún con vida me mira con desdén,
pero yo me hago el que no lo veo y sigo derecho al almacén.
Vuelvo con la cerveza,
un saltito me ubica sobre el umbral de la entrada,
me detengo y manteniéndome erguido y con la vista al frente,
le dedico un opulento canto de ópera con vocales alargadas: "puto".


La Casita tiene jardín, está en Buenos Aires,
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por el camino del arroba
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